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El cincel de dios guion pdf 17: Aprende a ser la obra maestra de Dios



Aleijadinho, como hemos visto, tenía sangre de esclavo. Que yo sepa, la única sociedad humana que nunca practicó la esclavitud es la de los aborígenes australianos; todas las otras la platicaron, por lo menos en algún periodo de su historia; la occidental tiene el mérito de ser la única que la combatió -y la combate hasta hoy- dentro y fuera de sí misma (cf. Nar-loch, 2011, p. 89 et passim; Carvalho, 2013, p. 348 y Bertaux, 1994, p. 32 et passim). Para las sociedades esclavistas, el esclavo es un ser inferior, menos que un hombre de verdad: se reduce, conforme a la fórmula de los antiguos romanos, a un instrumentum vocale, o sea, una "herramienta provista de voz" (Dockès, 1995, p. 174). El iluminista Montesquieu (1689-1755) pensa ba que los hombres negros no tenían alma. En sus propias palabras: "On ne peut se mettre dans l'esprit que Dieu, qui est un être très-sage, ait mis une âme, surtout une âme bonne, dans un corp tout noir" (De l'esprit des lois, XV, 5). Montesquieu hace resonancia a un prejuicio relacionado con la tradición bíblica. Como bien aclara el hispanista y cervantista español Enrique Martínez López, el color negro "era la marca del pecado de Can, condenado por Dios a la esclavitud de su descendencia" (1998, p. 156). La época de Aleijadinho es todavía la de expansión marítima europea y colonización del Nuevo Mundo. Del contacto entre los blancos europeos, los negros africanos y los indios americanos, se dio el fenómeno que Arturo Uslar Pietri denomina el "choque cultural más masivo y completo que se haya dado nunca":


No había habido en la historia conocida situación semejante, en la que grupos culturales muy definidos, que nunca antes habían tenido contac to directo entre sí, entran súbitamente en un encuentro abrupto y total. Algo sabían los europeos de los negros, muy limitadamente los negros de los europeos, ninguno de los dos algo de los indios, y nada de los indios de los unos y los otros (1992, p. 12).




el cincel de dios guion pdf 17



Aleijadinho retrata la índole paradojal que caracteriza el arte posrena centista. Sus estatuas nacen del diálogo ininterrumpido con la materia, a través del cual el escultor le concede la forma. Pues la forma es el resultado natural del proceso de embellecer, ya lo sabían los antiguos: Di tibi formam, divitias, dederant artemque fruendi ("Los dioses te dieron la belleza, las ri quezas y el arte de disfrutarlas"), dijo Horacio en sus Epístolas (2000, I, 4, 6). Y el hacer artístico, que otra cosa es sino el acto de rebelarse en contra de lo indeterminado, lo que no tiene forma? Tridimensional en esencia, la escul tura es el arte más próximo a la naturaleza. Eso porque los seres naturales tienen todos volumen, presentándose a nuestra sensibilidad compuestos de tres dimensiones. De ahí la similitud entre el acto de esculpir y la prerroga tiva divina de conceder la vida; no por azar Vasari considera Adán la prima scultura: "provano la nobiltà della scultura primieramente dall'antichitá sua, per aver il grande Iddio fatto Vuomo, che fu la prima scultura" (["la nobleza de la escultura está comprobada, primeramente, por su antigüedad, una vez que el gran Dios creó el hombre, que fue la prima escultura"] 1997, p. 32). Aleijadinho es pionero en el uso artístico de la piedra jabón, lo que representa una importante actitud de adaptación a los materiales disponibles en el suelo brasileño, con su geología propia -sin olvidar que la naturaleza del Nuevo Mundo en general, con su majestad insólita y su infinita variedad de formas, siempre fue una invitación a la improvisación por parte de los artistas, y a la contemplación, incluso religiosa (cf. Baumann et alii., 1989, p. 23 et passim).


Muda por naturaleza, la piedra de Aleijadinho habla a través del arte. En su poema de piedra, todo vibra, todo padece, todo está vivo. Compensando las manos deformadas e inmóviles, el cincel y el martillo son amarrados a sus muñecas. Sobre esa particularidad del proceso de creación en Aleijadin ho Germain Bazin escribió un comentario, con el cual cerramos este breve artículo:


En el segundo caso, analizó la idea y la imagen que el mundo novohispano creó en torno al reformador alemán durante los tres siglos de historia colonial y lo hizo en al menos dos abordajes amplios hasta desembocar en el monumental Lutero en el Paraíso. La Nueva España en el espejo del reformador alemán (2008). En 2004, como parte de una recopilación de estudios sobre la figura de Lutero, escribió:


Se da, así, una llamada a contextualizar el quehacer teológico urbano, comprometiéndose con la visibilidad de las personas en situación de desplazamiento, en la búsqueda de su espacio con sentido y significado (VÉLEZ et al., 2014, p. 396). Esto es lo que está en la base de una constatación: la Iglesia nació urbana. Es por ello por lo que una ciudad fragmentada es una oportunidad de la diversidad trinitaria que se revela como cincel de unidad y dignidad para quienes conforman una ciudad.


Poco después, los profesores que han asistido al servicio religioso se reúnen en el refectorio para cenar, intercambiando dardos envenenados. El profesor Christopher Riley (John Wood) apunta que C. S. Lewis (Anthony Hopkins) siempre le ha parecido una especie de buhonero medieval que vende reliquias de dudosa autenticidad. Otro profesor le pregunta cómo es posible que escriba libros infantiles, cuando es un solterón empedernido que se mantiene alejado de los niños. Lewis responde con aplomo e ingenio, revelando un aparente autodominio que corrobora la presunta imperturbabilidad del carácter británico. Por el contrario, su hermano Warren (Edward Hardwicke) es un borrachín que sólo suelta fruslerías e inconveniencias. Ambos viven juntos en una casa atestada de libros y con una adusta ama de llaves. Lewis se muestra muy seguro en sus clases. En un seminario, define la belleza como algo inalcanzable, lo cual suscita una mueca de escepticismo en Peter Whistler (James Frain), un desaliñado alumno que no comparte la devoción y el entusiasmo de sus compañeros. Peter es hijo de un maestro de escuela y lee incansablemente por las noches, casi siempre libros robados. Le gusta repetir una frase de su padre: Leemos para saber que no estamos solos. Lewis se siente desconcertado por un joven de ideas propias y con tan poco respeto a los convencionalismos que ha llegado a dormirse en sus clases. Su actitud contrasta con la del público que acude a sus conferencias, asintiendo cada vez que repite: El dolor es el megáfono que Dios utiliza para despertar a un mundo de sordos. Whistler no es cínico, sino sincero. Por eso exterioriza su malestar. No piensa que la belleza sea inalcanzable y, menos aún, que Dios nos esculpa con el cincel del sufrimiento.Aunque creció en una familia devota de la Iglesia de Irlanda, C. S. Lewis perdió la fe en su juventud. Solía citar a Lucrecio para justificar su ateísmo, alegando que la fragilidad y la imperfección del universo resultaban incompatibles con la idea de un Dios bueno, omnipotente y providente. Su puesto como profesor de lengua y literatura del Magdalen College de Oxford le brindó la oportunidad de establecer una sólida amistad con J. R. R. Tolkien, ferviente católico que influyó decisivamente en su progresiva conversión al cristianismo. Tolkien se sintió muy decepcionado cuando su amigo se hizo anglicano y no católico. En su obra autobiográfica Cautivado por la alegría (1955), Lewis admite que su acercamiento a Dios no resultó sencillo. Noche tras noche, sentía una llamada que se obstinaba en rechazar. Cuando al fin reconoció a Dios en esa llamada, se arrodilló y rezó. En ese momento, pensó que era el converso más desanimado e indispuesto de toda Inglaterra. El C. S. Lewis interpretado por Anthony Hopkins no arrastra ninguna forma de desánimo. Su fe parece sólida, indestructible, irreal. Tan irreal como sus libros. Acostumbrando a intercambiar cartas con sus admiradores, le sorprende la agudeza de Joy Gresham (Debra Winger), cristiana, comunista y de origen judío. Mientras lee una de sus misivas, exclama: Es como si me conociera. Imagino que debe de haber algo de mí en mis libros. Gresham ha descubierto que sus obras ?fantásticas, creativas o especulativas? no proceden de una genuina inquietud intelectual, sino de un miedo exacerbado a vivir. Cuando le comunica que viajará a Londres, Lewis acepta encontrarse con ella en una cafetería, pero acude acompañado de su hermano. Quiere dejar claro que no está dispuesto a enredarse en una ilusión romántica. Joy lo descoloca desde el principio, marcando un punto de inflexión en su vida. Su espontaneidad choca con la inhibición inglesa, pero sin crear una situación incómoda. Joy nota de inmediato que la prudencia del profesor esconde un narcisismo infantil y una notable altivez. Lewis se presenta como un polemista, pero en realidad sólo está dispuesto a discutir porque cree que su ingenio es invencible. 2ff7e9595c


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